Liberalismo a la peruana

Por: Heber Joel Campos Bernal*, profesor del curso Introducción a las Ciencias Jurídicas, y Argumentación Jurídica y Razonamiento Judicial en la Facultad de Derecho de la PUCP

En días recientes se ha discutido, sobre todo en la prensa y publicaciones académicas[1], las bondades del denominado plan zanahoria, titulado así en honor al plan que promovió el recordado y excéntrico alcalde de Bogota Antanas Mockus. A diferencia de Bogota en Lima la reacción no ha sido tan positiva, han surgido comentarios y críticas que señalan, por caso, que el plan es un disparate y que no contribuirá en nada a resolver los problemas de la ciudad. A continuación expongo, de forma muy breve, los reparos que me merecen esos comentarios y por qué, a mi juicio, el plan zanahoria sí se justifica.

Un argumento de los pocos que los críticos locales han planteado y que me parece en sí mismo descalificador, es que el plan zanahoria sería una muestra del socialismo más abyecto[2]. Esa tesis sería cierta si, por caso, la misma ley no existiera en democracias sólidas y florecientes como Colombia (que en sus dos siglos de vida republicana apenas ha tenido un lapso de 4 años de dictadura), Reino Unido (que aplica este tipo de prohibiciones e incluso otras más estrictas como no botar papeles en la calle o escupir en el piso, so pena de ser acreedor a multas que ascienden a la friolera de 50 libras, unos 220 soles por botar un papelito!), o Italia (donde en ciudades como Pisa o Florencia es casi imposible encontrar un bar abierto pasada la medianoche en días de semana). Todos estos países, hasta donde sé, son democracias liberales  y, salvo Colombia, pertenecen al primer mundo.

Un argumento adicional en contra del plan zanahoria expuesto por los críticos locales es que la misma no ayudará a resolver los problemas de inseguridad y accidentes que actualmente existen en la ciudad. Este argumento es falaz por la sencilla razón de que no aportan prueba empírica para probarlo, algo que sí, por ejemplo, pueden hacer quienes están a favor del plan. En la Victoria, en el último año, los accidentes de tránsito se redujeron en un 30%[3] gracias al plan zanahoria, de la misma forma que en Bogota, donde esta iniciativa funciona desde la gestión del alcalde Antanas Mockus, los accidentes de tránsito y la inseguridad urbana han disminuido notablemente[4].

Pero el argumento fuerte de los críticos del plan zanahoria es que existen distintas actividades e instrumentos que son peligrosos per se y que no estan prohibidos. Citan como ejemplo los puentes (la gente no se tira de los puentes acaso?), los pisos (la gente no se muere al caer en  ellos acaso?); los autos (los accidentes de tránsito no son producto de los autos acaso?); los vuelos comerciales (los accidentes aéreos no son los más mortales acaso?) y un largo etc que abusan de la paciencia del lector y no ofrecen mayores luces para entender su punto de vista. Si a lo que se refieren estos criticos es a que no todas las actividades peligrosas deben ser prohibidas, estoy de acuerdo; si a lo que se refieren es a que dichas actividades no se prohíben porque hacerlo en más gravoso que no, estoy de acuerdo también, pero si a lo que se refieren, en cambio, es a que todas las actividades peligrosas deben ser permitidas, no estoy de acuerdo. No es cierto que todas las actividades peligrosas sean permitidas, de hecho la mayoría de ellas no lo son y las pocas que sí es porque pueden ser controladas en un nivel razonable.

Las actividades peligrosas son prohibidas cuando su control no es posible dentro de un nivel mínimo de razonabilidad, ese es el caso de las drogas, por ejemplo, los abortos clandestinos, o la emisión de dinero falso. En todos estos supuestos el estado tiene la responsabilidad de velar porque se respeten las normas que los prohíben y aplicar las sanciones que correspondan cuando se incumplan. Pero el problema no es ese. Los criticos desean llevar la discusión al campo de las prohibiciones o limitaciones a la libertad negativa, cuando de lo que se trata es de cambiar los hábitos sociales. Si se sabe que los accidentes de tránsito se producen porque la gente consume en exceso bebidas alcohólicas, el plan busca que las personas no lo hagan; si se sabe que los bares y discotecas generan problemas de seguridad, el plan busca que ese riesgo no sea tan alto. Si lo conseguirá o no, si en el fondo el plan es desproporcionado o paternalista, esa es otra discusión, pero es en ese terreno, y no en el de la libertad negativa, en que debe darse.

Cambiar los hábitos sociales no es una tarea sencilla, implica, además de cambiar las reglas y el modo en que estas se interpretan, cambiar la actitud de la gente frente a conductas que, a todas luces, generan perjuicios pero que por comodidad, desidia o simple ignorancia se mantienen intactas. El consumo de bebidas alcohólicas en exceso y, lo que es peor conducir en estado de ebriedad, son conductas que en nuestro país se replican constantemente, dejando un saldo terrible de muertes y pérdidas económicas que atentan contra quienes son las potenciales victimas de estos y contra la comunidad en su conjunto. El plan zanahoria tiene como finalidad no resolver el problema de la delincuencia y los accidentes de transito, si ese fuera su fin seria criticable no por atentar contra la libertad sino por un exceso de entusiasmo, su objetivo es generar hábitos de consumo que, junto a otras políticas públicas que incidan en la prevención, permitan un mejor control del orden y la seguridad de los locales públicos de diversión.

Sunstein y Thaler[5] arriban a una conclusión parecida al momento de explicar lo que denominan paternalismo libertario. Según este concepto, a veces, los individuos tomamos decisiones partiendo del supuesto de que algo nos salvará, en el entendido de que lo que hacemos no es correcto (el típico ejemplo es el de quien maneja su auto bajo los efectos del alcohol: lucido aceptaría que eso es casi un suicidio, pero ebrio piensa que sí puede hacerlo pese a que no esta en pleno uso de sus facultades físicas). Así, una medida que limite la libertad del individuo ebrio, pese a su oposición, no sería considerada como una violación de su libertad, ya que, al fin y al cabo, dicha medida lo llevará a obtener aquello que, lucido, acepta a pie juntillas: que no se debe conducir ebrio.

En suma, el plan zanahoria no es una prohibición inválida puesto que tiene como finalidad promover hábitos de consumo y de diversión acordes con la tranquilidad y el orden que la ciudad se merece. Los criticos preguntan cínicamente: ¿pero si quiero emborracharme hasta morir por qué el estado me lo prohíbe? pues, por la misma razón por la que se prohíbe tirar papelitos en las calles de Londres o  tomar un taxi informal en Buenos Aires (evitando así el costoso taxímetro), porque de esta forma tenemos una ciudad más ordenada y generamos una cultura de respeto hacia ella, que potencie nuestra libertad y no que la acorte, como, irremediablemente, sucedería si dejáramos al libre albedrío de cada uno lo que, aunque no queramos, nos afecta a todos: la seguridad y la tranquilidad de la ciudad.


* Deseo agradecer los comentarios de Edward Dyer que me han sido especialmente útiles para enfocar mejor algunos pasajes de este artículo

[1] Este comentario se basa sobre todo en las siguientes publicaciones: http://enfoquederecho.com/el-plan-bien-zanahoria…-una-intervencion-absurda-e-inoportuna-a-nuestra-libertad/ (de Gustavo Rodríguez García, publicado en la web de Enfoque Derecho el 16 de enero de 2011); http://blogs.semanaeconomica.com/blogs/prohibido-prohibir/posts/el-efecto-zanahoria (de Alfredo Bullard, publicado en la web de Semana Económica el 16 de enero de 2011).

[2] La alusión al socialismo planteada, obviamente, posee un cariz despectivo en el sentido de que esta corriente de pensamiento, en la realidad antes que en el campo de las ideas, ha derivado en autoritarismo lo cual no se condice, necesariamente, con los hechos (en Chile, por ejemplo, gobernó durante 20 años una coalición política integrada por el Partido Socialista, de la misma forma que en Uruguay, actualmente, ocupa el poder un líder de abierta ascendencia socialista como José Mujica). Sin embargo, y a fin de dejar sentada mi posición respecto a este punto, es que replicó la interpretación, aunque errónea, del socialismo presentada por los críticos de la ley zanahoria.

[5] SUNSTEIN, Cass y THALER, Richard. Nudge : improving decisions about health, wealth, and happiness. New York: Penguin Books, 2009.

 

 

7 Responses to Liberalismo a la peruana

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  3. Sebastián says:

    Muchas gracias por el post. Hacía falta un poco de ironía en la redacción del blog y me parece que lograste un excelente efecto.

    Me sorprende un poco que no se trate en los medios de comunicación disposicones similares adoptadas a través ordenanzas municipales en diferentes distritos. Por ejemplo, en Miraflores desde hace un buen tiempo no está permitido comprar bebidas alcohólicas a partir de las once de la noche. Luego hiceron la nota de que las discotecas cierren a las tres de la mañana. Otros distritos se copiaron.

    ¿Se ha medido el impacto de estas medidas? Desde un punto de vista muy subjetivo, a mí me parece que la situación del distrito mejoró bastante. Era mucho más común ver a gente tomando en la calle (y ensuciando) porque la falta de esta prohibición se los permitía. ENTRE OTRAS COSAS.

  4. Heber Joel Campos says:

    Muchas gracias Sebastian

    Coincido contigo en que la medida merece ser evaluada con mayor acuciosidad. La intención de mi artículo no era sostener ciegamente que el plan zanahoria fuera una medida optima sino que tenía puntos a favor que debían ser discutidos, como decía John Rawls, a su mejor luz.. No creo que sea saludable para el debate ni de este tema, ni de ninguno en general, opacar las posiciones contrarias sin ponderarlas debidamente como, lamentablemente, me temo han hecho algunos autores, a los cuales aprecio y respeto personal y académicamente.

    Por lo demás creo que un buen punto de partida de este debate podría ser el analisis de las repercusiones que esta iniciativa ha tenido en otros países, y hasta que punto la regulación de determinadas conductas es valida sin que ello implique una afectación desproporcionada de mi libertad. En el texto cite a Sunstein y a Thaler que son quienes, de alguna manera, han insistido en este tema a partir de lo que denominan paternalismo libertario y que no sería otra cosa sino la posibilidad de limitar la libertad individual para optimizar esa misma libertad. Es un poco lo que ocurre con los taximetros, donde ponderas, por caso la seguridad y el orden, o con el ejemplo que planteaba de los papelitos en Londrés, donde ponderas el ornato y el respeto por la comunidad en la que vives, y podría citar muchos más. ¿Eso es bueno en sí mismo? ¿atenta desproporcionadamente contra mi libertad? no lo sé, pero si sé que cualquier debate serio debe, al menos, hacer el esfuerzo de responder ese tipo de preguntas.

  5. celeste says:

    En definitiva, aquel paternalismo libertario que Ud. cita, se irá convirtiendo con el pasar del tiempo en un arma muy poderoso para controlar, de cierto modo, el caos que va sobreabundando a nuestra cosmopólita capital.

  6. Roxana rodriguez-cadilla says:

    Mi estimado amigo. Discrepo contigo y creo algunos de tus ejemplos no están al nivel de limitación de la autodeterminación, que genera esta medida. Ahora, que ha resultado efectiva, te doy toda la razón. Hoy leía que las infecciones por el virus del papiloma humano (VPH) relacionadas con el sexo oral son la primera causa de cáncer oral (tumores de boca y de garganta) en Estados Unidos. Así, la transmisión sexual supera al tabaco como primera causa de enfermedades en el país norteamericano, de acuerdo con el diario español «El Mundo». ¿sacamos una ley para prohibir la «promiscuidad oral?..jajajaja. Si fuese posible implementarla, ¿tal vez estarías de acuerdo?..jaja ¿volvemos a convertir en delito el adulterio?…(se que es exagerado lo que digo, pero trato de ilustrar mi punto, de hecho, prohibir botar papeles en el piso tampoco es un ejemplo muy equiparable a la limitación impuesta). Cuidado con el problema de la clandestinidad, recuerda lo que pasó con la «ley seca».

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